Caviahue Historia y leyendas

Historia

En sus comienzos, la zona que comprende a la comunidad de Caviahue era utilizada por los primeros pobladores de la provincia de Neuquén como lugar de paso hacia las termas de Copahue.
Los indios pehuenches fueron los primeros en transitar la región en busca de aguas con virtudes curativas y, pese a su olor azufrado, no se privaban de los baños.
Cuando sus portentos llegaron a oídos de los huincas (gente blanca), la región comenzó a tener un considerable crecimiento demográfico, que hizo que rápidamente se organizara en forma de aldea, y que luego le diera vida a la comunidad.
La falta de una fecha fundacional hizo que el 8 de abril de 1986, el entonces gobernador de la provincia de Neuquén -Elías Sapag- junto con el acuerdo general de ministros, decretaran fundar al pueblo de Caviahue en el departamento de Ñorquín.
Con el paso de los años se creó una Comisión de Fomento para que representara, sirviera y atendiera los intereses comunitarios.
El 11 de junio de 1988, el nuevo gobernador provincial, Pedro Salvatori, vio la necesidad de designar a un Delegado Organizador de la Comisión de Fomento de Caviahue, decretando que fuera el Sr. Oscar César Mansegosa, atento a la opinión de la comunidad. El 26 de agosto de ese año se dispuso su puesta en funciones, cumpliéndose de ese modo lo establecido en el art. 1 del Decreto Provincial Nº 2264.
Como era de esperarse, con el paso de los años la comunidad de Caviahue continuó un sostenido crecimiento, por lo que el 9 de marzo de 1999 la Legislatura de la Provincia del Neuquén sancionó con fuerza de ley el censo poblacional de Caviahue y, conforme a su resultado, lo declaró Municipio de tercera categoría, con los alcances del artículo 182 y concordantes con la Constitución Provincial. En ese mismo acto se fijó como ejido para la municipalidad de Caviahue-Copahue a la Comisión de Fomento que funcionaba hasta ese momento en la comunidad.
El 16 de marzo de 1999 le llegó finalmente el comunicado a Oscar Mansegosa, todavía Delegado Organizador de la Comisión de Fomento. Se le informaba, mediante fotocopia autenticada del Decreto Nº 0651, el cual había promulgado la Ley 2273, la declaración efectiva de la población de Caviahue como Municipio de tercera categoría.

Leyenda

El Pehuén
Hace mucho tiempo, en le sur de la Argentina, vivía una tribu de mapuches.
Aquel lugar les ofrecía todo lo suficiente para subsistir, pese al clima desfavorable, pues en invierno, la región permanecía cubierta de nieve.
Durante el verano la tierra reverdecía y la tribu se aprovisionaba de todo lo necesario, menos de la sal, que debían conseguirla muy lejos de allí en las salinas del norte y en épocas en que la nieve no interrumpía los caminos.
Entonces, el cacique Chacayal, con algunos hombres elegidos de la tribu salían en busca de tal preciado mineral.
Durante ese tiempo, sus mujeres e hijos se quedaban trabajando mientras esperaban su regreso.
Por ese año comenzaron a caer las primeras nevadas y Chacayal no había vuelto. Entonces la mujer temiendo que le hubiese ocurrido algo llamó a su hijo y le pidió que fuera a su encuentro.
El muchacho preparó sus cosas y partió enseguida. Había comenzado a nevar copiosamente pero caminó días y días sin parar hasta que agotado de tanto andar, cayó al suelo. Allí fue cuando descubrió a lo lejos a un hermano pehuén, árbol muy raro en aquellos lugares cuyas hojas terminan en afiladas puntas.
Para los mapuches, éste era un árbol sagrado y lo adoraban como a un dios. Entonces, el hijo de Chacayal, sacó fuerzas de donde pudo y levantándose caminó hasta donde se encontraba el pehuén para pedirle ayuda y como la tradición prohibía seguir camino sin dejarle una ofrenda, se sacó los zapatos de piel de zorro que le había hecho su madre y los colgó en una rama.
Después de esto se sintió mucho mejor y prosiguió su camino con nuevas fuerzas a pesar de que sus pies descalzos se hundían en la nieve.
Al poco andar escuchó voces y descubrió, detrás de una loma, un grupo de gente alrededor de una fogata acampados para pasar la noche. Se acercó con alegría pensando que su padre podría estar entre ellos, pero eran de una tribu que no conocía. Sin embargo, le permitieron calentarse cerca del fuego y después de comer, se acostó vencido por el cansancio.
Pero aquellos hombres le quitaron todo mientras dormía y lo abandonaron atado de pies y manos.
Ahí quedó solo, inmovilizado y desamparado, con peligro de morir de frío o presa del trapial o el nahuel hambriento, que sin duda andaba cerca.
Cuando llegó el día el sol reflejado en la nieve comenzó a herir sus ojos; desesperado, trataba de soltarse de las ligaduras sin conseguirlo.
Pensó en su madre, y aunque la distancia que los separaba era enorme comenzó a llamarla a grandes voces.
En ese preciso momento su madre tenía un sueño en donde veía a Chacayal muerto y a su hijo en peligro. Escuchó su voz que la llamaba y despertó angustiada.
Entonces resolvió cumplir inmediatamente con la ley que marcaba la tribu; se cortó los cabellos segura de que su marido había muerto y salió en busca de su hijo.
Mientras tanto, el muchacho, sintiendo que el frío penetraba su cuerpo inmóvil seguía llamando:- Niuque... Niuque!!
En un momento, al abrir sus ojos irritados, vio a lo lejos al pehuén con sus zapatos colgados en la rama y desesperado gritó: - Si tú pudieras convertirte en mi madre... buen árbol!!
Niuque, niuque ven!! Ven a salvarme... niuque!!
Entonces vio con espanto cómo el pehuén empezó a arrancar sus raíces del suelo. Una por una las fue sacando de la tierra y ya libre comenzó a caminar lentamente moviendo las raíces como si fueran patas en dirección hacia él. Cuando estuvo a su lado, extendió su ramaje sobre el muchacho protegiéndolo del frío y sus hojas afiladas impedían que las fieras se acercaran.
Luego soltó frutos de sus piñas para que pudiera comer. Saciado y más tranquilo se quedó dormido.
Cuando despertó, vio a su madre que había reconocido su refugio por los zapatos colgados en la rama del pehuén y que fue la única que no se había doblado hacia abajo.
Con manos ligeras lo desató y se abrazaron fuerte. El muchacho al verla con la cabeza rapada, comprendió que su padre había muerto y juntos lloraron su pérdida, amargamente. Después, más calmados y resignados agradecieron, al pehuén acariciando su tronco y la madre, como prueba de su devoción le dejó sus propios zapatos como ofrenda.
Hollando la nieve recién caída con los pies descalzos, madre e hijo regresaron a la tribu.
Pero el pehuén no los abandonó y caminó junto a ellos brindándoles protección y alimento.
Al llegar a la tribu, el árbol se detuvo y hundiendo lentamente sus raíces en el suelo, se quedo ahí.
Cuando madre e hijo contaron lo sucedido a su gente , resolvieron llamar a ese lugar “Niuque”, que significa madre en mapuche, en agradecimiento al pehuén que salvó la vida del muchacho.


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