Un tour de aventura que incluye trekking, tirolesa, escalada en roca, rappel y kayakismo es meta de aventureros y deportistas extremos de todas las edades y condiciones físicas.

Un tour de múltiples aventuras que incluye trekking, tirolesa, escalada en roca, rappel y kayakismo es meta de aventureros y deportistas extremos de todas las edades y condiciones físicas. Un lugar donde la aventura no tiene límites.
Un lugar en el mundo El Parque Nacional Vicente Perez Rosales es el primer Parque declarado Nacional que tuvo Chile. Consta de 251.000 hectáreas que albergan los volcanes Osorno, Puntiagudo y Tronador. En este parque, la naturaleza es la gran protagonista. Allí conviven milenarios alerces, coihues y lengas. También habitan pumas, pudúes, coipos, zorros, monitos del monte y una gran variedad de patos y aves, entre los que se destacan pájaros carpinteros, martín pescador y, en la cima de algunos cerros, el cóndor.

Petrohue se ubica en el corazón del Parque Vicente Perez Rosales y más precisamente donde el inconfundible lago de Todos los Santos da nacimiento al famoso y mítico río Petrohué, que aguas abajo da forma a los conocidos saltos de aguas rápidas que son una de las mayores atracciones turísticas de la Región de los Lagos.

Pero Petrohue no sólo es un río, es un pequeño pueblito maravilloso donde un majestuoso hotel se ha encargado desde hace años de custodiarlo y verlo crecer; guardando fotográficamente en su interior la historia viva de toda la región y de sus primeros habitantes.
De todo para todos Después de transitar 60 kilómetros desde la localidad de
Puerto Varas llegamos a Petrohue. Allí Matías Fernández, encargado del área recreativa y deportiva del lugar nos estaba aguardando para mostrarnos uno de los típicos “eco-adventure”, un cóctel de actividades que durante todo el año se encuentran al alcance de los visitantes que se acercan hasta la zona.

Junto a dos guías de deportes extremos y a un puñado de turistas europeos que habían elegido el mismo tour que nosotros, nos equipamos con cascos y arneses, no sin antes haber formado parte de una clase teórica de seguridad cuyo fin es prevenir y evitar accidentes una vez que comience la travesía. La primera actividad fue un
trekking interactivo, donde los guías comenzaron a enseñarnos particularidades del suelo que íbamos transitando, además de explicarnos las características de la flora y fauna que veíamos a lo largo del camino.

Veinte minutos de caminata nos permitieron llegar al primer desafío preparado para los expedicionarios: una tirolesa nos permitiría seguir camino sólo si lográbamos atravesar un enorme cañadón de casi cien metros de altura. Primero fue uno de los guías y luego cada uno de los presentes. Así, entre gritos y festejos, uno a uno fuimos dejando lo que sería la primera de las pruebas difíciles.

Metros más adelante, una hermosa abra entre el bosque nos dejaba apreciar una magnífica vista del lago Todos Los Santos, de un turquesa intenso, y algunos de los saltos que se veían río abajo.
Inmersos en la selva Desde allí, tomamos un pequeño camino que luego de sumergirse en la espesura del bosque selvático terminó en una pared rocosa que estaba preparada para subir con sogas. Allí, luego de colocarnos los correspondientes arneses y de observar al instructor, comenzamos a escalar hasta llegar a la cima de la roca. Una vez allí, el camino volvía a aparecer hasta finalmente conducirnos hasta otro cañadón sin salida, pero esta vez no había ningún cable carril para bajar con tirolesa. El
rappel era la única vía si queríamos seguir hasta el final, por lo que lentamente comenzamos a descender con sogas y sin mirar para abajo, por una pared de roca, barro y helechos de más de 100 metros de altura.

Sanos y salvos en tierra firme, un espeso bosque lleno de inmensos helechos, alerces, pinos, coihues y todo tipo de flora dejaba ver algunas huellas de lo que era un camino que a medida que se lo transitaba dejaba escuchar pequeños indicios de un río o arroyo.La última de las pruebas era por supuesto llegar hasta el río Petrohue, montarnos en uno de los kayaks que allí nos esperaban y, remando contra la corriente como lo hacen los salmones, llegar hasta la boca del lago Todos los Santos, donde un pequeño muelle de madera indicaba la finalización de nuestra aventura que terminaría en un hermoso comedor alpino donde una bolsa de papel madera con sándwiches caseros, barras de cereales, chocolates y bebidas energizantes nos esperaban para apagar dos horas de tanta aventura.