Salto del Claro: trekking y bicicleta

Un excelso paisaje a escasos kilómetros de Pucón nos estaba esperando. Para llegar hasta él utilizamos bicicletas de montaña. Atónitos, contemplamos el salto del Claro.

Los encantos paisajísticos que circundan a Pucón, se abren a cada paso. Pero como nos gusta descubrir sitios que no sean muy conocidos, nos pusimos a indagar sobre las “perlitas escondidas” que posee esta pequeña aldea de montaña. Así conocimos a Mario Rodríguez Parker –guía de montaña– quien prometió sorprendernos realizando un mountain-trek junto a nosotros hasta un “bello salto de agua”. Como lo prometido es deuda, rápidamente quisimos vivir la experiencia junto a Mario por aquellas latitudes.

  • Un excelso paisaje

    Un excelso paisaje

  • Un denso bosque nativo comenzó a cobijarnos

    Un denso bosque nativo comenzó a cobijarnos

  • Importante que nos hidratáramos cada quince minutos

    Importante que nos hidratáramos cada quince minutos

  • La frescura del salto de agua nos invadió

    La frescura del salto de agua nos invadió

  • Dejarnos llevar por la pendiente

    Dejarnos llevar por la pendiente

El mountain-trek es la combinación del mountain-bike o ciclismo de montaña, con el trekking, conocido también como caminata con dificultad. Fuimos provistos con la bicicleta todo terreno, casco de seguridad, un kit con herramientas, una cámara de repuesto y toda la experiencia de Mario –por supuesto– que nos impartió las indicaciones técnicas para utilizar correctamente los cambios y los platos de la bike de montaña. Partimos del centro de la ciudad, con dirección sur-este, y atravesamos la sinuosa bici-senda pavimentada que conduce hacia las afueras de Pucón. Luego tomamos un empinado camino de ripio ubicado en el sector de Los Calabozos. Como un testigo silencioso de la aventura que estábamos viviendo, a cada paso nos acompañaba el volcán Villarrica. Era importante que nos hidratáramos cada quince minutos, ya que el desgaste físico era notable. A medida que avanzábamos por el camino, un denso bosque nativo comenzó a cobijarnos. Helechos arborescentes, musgos, líquenes, coihues, y guales –los árboles que más abundan en la región– parecían darnos la bienvenida entre el verde follaje. Tras recorrer cinco kilómetros, debimos cruzar la tranquera del fundo Los Guindos. Tras pagarle cien pesos chilenos a doña Irma –encargada de cuidar el lugar– nos adentramos en la zona donde nos esperaba la cascada. Dejamos las bicicletas y continuamos caminado por una senda de montaña. A medida que ganábamos altura, la perspectiva se hacia más amplia. Desde una especie de mirador natural pudimos contemplar una hermosa vista del lago Villarrica y del volcán, junto con el hermoso valle donde está enclavada la ciudad de Pucón. Continuamos con la marcha y, una vez más, el bosque comenzó a envolvernos con sus sombras. El tupido enramado apenas dejaba traspasar la luz solar. Comenzamos a descender con mucha precaución, ya que el terreno se presentaba bastante húmedo. A lo lejos, percibimos el sonido de la cascada que caía entre los árboles. Continuamos y la frescura del salto de agua nos invadió desde la nada. Un lejano haz de luz llamó nuestra atención. Era el empinado cañadón del río Claro que culminaba en una estrepitosa caída de agua. Maravillosa. Llegamos al pie de ella para observarla, sentirla, vivirla… “Este es el Salto del Claro– explicó nuestro guía– la cascada más alta de esta zona, con sus noventa metros de altura”. La fantástica catarata nos hipnotizó con su sonido. Al verla caer desde tan alto nos daba la impresión de que descendía en cámara lenta. Al acercarnos a ella, un refrescante spray mojó nuestro agotado cuerpo, y casi automáticamente nos revitalizó de inmediato. Mario no aguantó más y se dio un acelerado chapuzón en las cristalinas y heladas aguas donde se formaba la olla. Nosotros no nos atrevimos, la llovizna generada por el salto era más que suficiente. Después de un descanso reparador, emprendimos el regreso. Fue fantástico poder detenernos a contemplar ese maravilloso salto de agua escondido en el medio del bosque nativo de Pucón. En cuestiones tan sencillas como éstas, alcanzamos a entender lo maravillosa que es la madre naturaleza, y lo dichosos que fuimos al poder “consumirla” en toda su plenitud. Comenzamos a desandar el camino. La trepada se hizo intensa y por ello nuestro guía nos aconsejó que circuláramos despacio. Luego de unos minutos de ascensión, llegamos hasta donde teníamos estacionadas las bicicletas. Nos despedimos de doña Irma, quien gentilmente nos llenó las cantimploras con agua bien fresquita y nos convidó con unas galletitas caseras. “Son para que repongan las energías del cuerpo, porque seguro que las energías del alma las recargaron al contemplar el salto del Claro” –dijo la simpática mujer, de unos sesenta años. Y lo más asombroso era que tenía razón. Con una sonrisa en el rostro emprendimos el regreso. Como era todo en bajada, sólo teníamos que dejarnos llevar por la pendiente. A partir de ese instante tuvimos la cuota de adrenalina de la excursión. Concentrados y con las manos en los frenos para regular la velocidad, descendimos sin ningún problema hasta el acceso de Pucón. Nuestra entrada triunfal al centro de la ciudad la hicimos a toda velocidad hasta el local comercial de Mario. Muy agradecidos nos despedimos de nuestro guía, quien ampliamente había cumplido con su palabra. Nos había sorprendido.

Autor Marcelo Sola Fotografo Eduardo Epifanio

Nivel de dificultadNivel de dificultad: Mountain bike, bajo. Trekking, alto.
DuraciónDuración: 4 horas.
Sugerencias Antes de subir desde la cascada hasta donde se encuentran las bicicletas estacionadas, verifique que estén todas sus pertenencias y no se olvide ninguna. Para hacer esta clase de excursiones es necesario poseer un buen estado físico. Llevar por lo menos un litro de agua al momento de iniciar la excursión, recuerde que es muy importante hidratarse cada quince minutos.
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