Un día de jineteada

Una muestra cabal de la destreza criolla sobre la grupa del caballo en una tarde de jineteada a puro campo.

Paseando por la ciudad de San Martín de los Andes, un afiche anunciaba "Jineteada en Trabunco Arriba". Al verlo, nos entusiasmó ese ambiente campero, tradicional y tan cercano a la ciudad, y hacia allí fuimos. Desde la costa del lago Lácar, y tomando como referencia el monumento al Gral. Roca, tomamos hacia la izquierda el camino asfaltado que pasa por detrás del edificio del que fuera hace varios años el Hotel Sol. Desde allí el camino es de ripio y transitamos una de las rutas de acceso a Cerro Chapelco, el mismo que en invierno alberga el centro de ski del mismo nombre. “Trabunco” es el nombre de un río que aporta sus aguas al lago Lácar y atraviesa un área habitada por una comunidad mapuche desde mucho antes que se crearan los Parques Nacionales. Gente acostumbrada a la vida de campo, a capear el frío y la nieve de la zona y cuya economía familiar ha ido cambiando en los últimos años. Antes dependían únicamente de la venta de leña y artesanías. En la actualidad y especialmente los más jóvenes se han incorporado a la vida laboral de San Martín de los Andes. A pesar de ello, siguen siendo fieles a las creencias y costumbres inculcadas por sus mayores.

  • Ambiente campero

    Ambiente campero

  • Ocho segundos debía permanecer sobre el caballo

    Ocho segundos debía permanecer sobre el caballo

  • Su faja preferida y el sombrero

    Su faja preferida y el sombrero

  • Tarde de jineteada a puro campo

    Tarde de jineteada a puro campo

  • Sus botas de potro

    Sus botas de potro

  • Familias enteras acompañando

    Familias enteras acompañando

Entre cerros y quebradas atravesamos el paraje Puente Blanco en el que viven familias de ese origen dedicadas a la crianza de cabras, bueyes y animales domésticos. El caballo forma parte de su vida diaria, tanto para trasladarse como para complementar las tareas agrícolas. Las jineteadas son momentos propicios para demostrar habilidad para la monta y dominio del animal. Al llegar a esas tierras comenzó el disfrute. Lomadas verdes y con árboles más bien achaparrados, sectores boscosos de especies altísimas y mucho silencio. Por algo la comunidad mapuche ha elegido este sitio para sus vidas. Casitas desparramadas aquí y allá, con sus corrales y unos pocos animales domésticos. Desde lejos, la polvareda nos señaló el campo de la jineteada. Ya cerca, se sumó un atractivo humito con sabor a asado. Ingresamos y la sensación de fiesta nos invadió. Hombres arreglados con sus ropas de campo, con sus mejores rastras, su faja preferida y el sombrero o boina de todos los días. Familias enteras acompañando a los jinetes para alentarlos en su éxito en la cabalgadura ó ante una probable caída a destiempo. El locutor, asistido por un coplista campero, amenizó el espacio que hay entre potro y potro. Explicó que despuntarían el vicio jinetes de la localidad y otros invitados de parajes vecinos para prepararse para la Fiesta del Puestero, la que se realiza todos los años durante febrero en Junín de los Andes. Desde el corral del fondo del campo trajeron un bagual zaino corcoveando, que se negó a que lo ataran al palenque, desde donde el jinete comenzaría a mostrar su habilidad para la monta. Presentación del hombre y el animal. Aliento para el primero quien, calzado con sus botas de potro, de un salto subió al lomo del caballo, desprovisto de toda montura en una prueba a crina limpia. Ocho segundos debía permanecer sobre el caballo, taconeando con las espuelas todo el tiempo. Los ayudantes de campo y el comisario de la prueba, atentos a todos los detalles del reglamento. Y cuando todo estuvo listo, el comisario, a lomo de caballo, levantó su rebenque para dar voz de aura. Los movimientos nerviosos del animal, sumado a la fuerza y valentía que ponía el propio jinete, hacían que se levante una gran polvareda que cubría la escena mientras los presentes gritaban. El joven puso a prueba su hombría en esos pocos segundos con gran éxito y todos los presentes festejaron. El zaino siguió su camino, alterado, rumbo al corral donde el resto de la tropilla esperaba su turno. Un recreo hasta que la próxima dupla se hiciera presente, guitarra y voz del animador. Invitación a acercarse a la cantina. Viejos pobladores, acodados en el alambrado recordaron sus años mozos. Criaturas de pocos años se paseaban a caballo llevados de la rienda por algún familiar. Así siguieron las pruebas de bastos y encimera y grupa con cuero, unas tras otras. Una tarde vivida a todo campo, sabiendo que las jineteadas sureñas tienen algunas diferencias con las pampeanas pero que no se diferencian en el esfuerzo, las ganas y la entrega de los jinetes. Mientras caía el sol en la montaña, comenzamos el regreso a la ciudad de San Martín de los Andes. Otra vez se fueron sucediendo las lomadas, los pastos verdes, las viviendas de los mapuches. Y fue allí que, en ese momento de despedida, comenzó a invadirnos una enorme sensación de respeto hacia esa gente que aún hoy conserva sus tradiciones y que nos permitió estar en su tierra y participar de sus actividades. Nos despedimos hasta el año que viene, cuando nuevamente un cartel que indicara en el pueblo “Jineteada en Trabunco Arriba” nos conduciría nuevamente hasta nuestros nuevos amigos...

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Autor Mónica Pons Fotografo Eduardo Epifanio

Tipo de tourTipo de tour: Contemplativo
Nivel de dificultadNivel de dificultad: Baja
Sugerencias Se hace necesario consultar en la ciudad de San Martín de los Andes, puede ser en la Dirección de Turismo, antes de dirigirse a este predio, ya que no hay cartelería que indique cuál es el campo de la jineteada.

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