
Una ma?ana distinta y muchas ganas de andar a caballo me llevaron al monte Fenton. Conoc? el parque invernal de la ciudad y apreci? el interminable horizonte desde las alturas.
Extraordinariamente la ciudad despert? vestida de blanco. Y digo as? porque a principios de abril, es raro, pero no imposible, que
Punta Arenas reciba una densa nevada como la de aquel d?a. Al correr las pesadas cortinas de terciopelo granate, la imagen fr?a r?pidamente delat? lo que suced?a afuera. Permanec? inm?vil por un tiempo hasta que junte coraje y sal? de la habitaci?n. Pens? en la posibilidad de quedarme dentro del hotel, calentito y sin apuros, leer un libro, conversar con alg?n hu?sped u observar, a trav?s de los vidrios empa?ados del hall, como la gente escurridiza iba y ven?a por la vereda de enfrente, mientras un humeante vapor sal?a de sus bocas. Mi realidad me indic? que las ganas de remolonear las tendr?a que dejar para otro momento, ya que para ese d?a hab?a convenido realizar una cabalgata en el monte Fenton y ni la nieve m?s espesa me iba a dejar con las ganas de montar.

Bien puntual, Patrick paso a buscarme en su camioneta 4 x 4. Abrigo de por medio, gorro de lana y guantes, salimos hacia el punto m?s elevado de la ciudad, donde funciona el Club Andino. El lugar posee unas cuantas pistas de esqu? y un medio de elevaci?n que conduce a un mirador ?nico, desde donde se obtienen panor?micas extraordinarias de Punta Arenas, el Estrecho de Magallanes, la isla de Tierra del Fuego, gran parte de la pen?nsula Brunswick con sus accidentes geogr?ficos y el mar en su tonalidad azul oscura. Desde el centro de la ciudad, recorrimos ocho kil?metros hasta la base del peque?o parque invernal. Los terrenos del Club Andino se encuentran ubicados en la Reserva Forestal Magallanes, en un ?rea que se descuelga desde la cumbre misma del cerro hacia los faldeos orientales y ocupan una superficie de 212 hect?reas. El paisaje, blanco por donde se lo mirara, dejaba asomar t?midamente algunas hojas de lengas color ocre que se resist?an a caer, pese a que era oto?o.

Antes de comenzar la cabalgata, con Patrick decidimos subir por la aerosilla doble hasta la cumbre del cerro para apreciar la vista desde el punto m?s alto. ?Una vueltita en el medio de elevaci?n nos va a ayudar a aclimatarnos y as? poder disfrutar de nuestro paseo a caballo? - asegur? el gu?a, con su particular tonadita chilena. El Club Andino presta servicios de arriendo de equipos, trineos, escuela de esqu? y patrullas para la seguridad del predio. Cuenta con una telesilla doble de 1.500 metros y un andarivel de arrastre. La temporada de esqu? se extiende desde junio a septiembre, cuando los amantes de los deportes invernales pueden elegir entre 11 pistas para deslizarse.

En la cima confirm? lo que me hab?an dicho sobre la vista. La panor?mica parecia unir el oc?ano Pac?fico y el cielo en una sola l?nea. Bajamos de la telesilla para comenzar la cabalgata. Los caballos chilenos que nos trasportaron ten?an un paso tranquilo y seguro. Yo iba sobre el ?Saturno?, un zaino malacara que, con su cansino andar, me dej? disfrutar de un relajado paseo observando el atractivo entorno natural. Bordeamos las instalaciones del club y nos internamos en un denso bosque de renovales compuesto por lengas y ?ires. La vegetaci?n de esta zona es del tipo altoandina, con no m?s de 10 metros de altura. En estas latitudes la competencia de las plantas es por la luz y no tanto por la humedad del piso, dando como resultado ?rboles delgados cuyo follaje se encuentra s?lo en la parte superior.

Los aperos de montar no eran gran cosa, un recado y un cinch?n bien apretado al parecer eran suficientes para disfrutar de la mini-expedici?n. Patrick, un baqueano con todas las letras, me llev? por los lugares m?s seguros del predio. La nieve se multiplicaba, haci?ndose m?s onda a medida que gan?bamos altura. Adelante cruzamos un puente y llegamos hasta un arroyo congelado que se apoder? de la escena y de nuestro silencio. ?Las rocas que afloran en la superficie pertenecen a la formaci?n de Loreto y son estratos casi horizontales de sedimentos de la Edad Terciaria, con unos 25.000 a?os de antig?edad aproximadamente? - explic? el gu?a, demostrando sus conocimientos geol?gicos. En ese punto, decidimos regresar. Una leve nevisca comenz? a caer mientras el fr?o se hac?a sentir con mayor intensidad. Volvimos sobre las huellas de las herraduras, que levemente se fueron borrando. En el ?ltimo tramo, la invitaci?n a una carrera no estaba nada mal para culminar el paseo. Me llev? muy lindos recuerdos de mi visita en el monte Fenton: hermosas vistas panor?micas, amenas charlas sobre la flora y la fauna del lugar y me animar?a a decir que hasta un poquito de nieve en lo bolsillos... ?Ah! Y las ganas de regresar.