11:35 a.m.: Comenzamos a transitar la senda Espina de pescado, a los 1.200 m.s.n.m., ganando considerable altura. El sector por el que transitamos es una morena glaciaria. Nuestro paso es lento, constante y seguro. A nuestras espaldas, la perspectiva se agranda a cada minuto y con ella, el asombro y la contemplación se adueñan del tiempo. No nos olvidamos de hidratarnos.
01:00 p.m.: Pasado el mediodía, decidimos almorzar. El guía tiene preparada una vianda liviana, de fácil digestión y de rápida asimilación de proteínas y calorías, ya que rápidamente debemos continuar la marcha. Siempre atentos, nuestro guía y su asistente nos preguntan cómo estamos, y si sentimos alguna molestia. El grupo se consolida y todos juntos nos dejamos fascinar por la vista que el Lanín nos tiene preparada. A lo lejos, las cristalinas aguas del lago Tromen nos demuestran la altura que fuimos ganando.
01:20 p.m.: Continuamos la ascensión. En este sector, el terreno presenta mayor pendiente, por lo que los tiempos de marcha son más cortos y las paradas más largas. De este modo, eliminamos la fatiga del cuerpo.
01:40 p.m.: En función del refugio asignado por el guardaparque nuestro guía decide tomar la ruta Directa para aproximarnos a él. Advertimos las sendas conocidas como Camino de mulas y La canaleta. La senda por la que transitamos presenta un grado de dificultad medio, por lo que debemos prestar atención a cada movimiento que realizamos. Siempre constantes, continuamos subiendo.
03:20 p.m.: Una nueva parada de ajuste. El cansancio en las extremidades inferiores es mayor y comienza a sentirse el peso de la mochila. Esto cambia nuestra forma de caminar, pues cambia nuestro centro de gravedad que, sumado a la pendiente, obliga a trabajar a grupos musculares que ocasionalmente utilizamos. Recordamos hidratarnos a cada instante y, entre parada y parada, ingerimos caramelos y barras energéticas para elevar los niveles de glucosa. La panorámica es indescriptible. Además del lago Tromen aparece a lo lejos una montaña conocida como el Colmillo del Diablo.
04:00 p.m.: Divisamos nuestro refugio, el R.I.M. 26 (Refugio de Infantería de Montaña) ubicado a los 2.450 m.s.n.m. Las ganas de llegar a él se intensifican. Luego de unos minutos de descanso reanudamos la marcha.
04:30 p.m.: Ya en el refugio propiamente dicho, aprovechamos para cambiar nuestra ropa transpirada y aflojar o cambiar nuestro calzado. El guía nos explica que el lugar donde se encuentra el “baño” está ubicado a unos 50 m del R.I.M.

Acondicionamos el lugar ocupando sólo los espacios necesarios. Es aconsejable tomarse un tiempo para elongar. Estirar bien los músculos que más se utilizaron durante la jornada es un buen ejercicio para no sentir dolores o molestias al día siguiente. Acomodamos las bolsas de dormir y seleccionamos el equipo de ascensión que utilizaríamos al día siguiente.
06:00 p.m.: Una vez acomodados, nuestro guía comienza a derretir nieve para preparar agua y poder cocinar. Voluntariosos, colaboramos con ese cometido, mientras otras personas se encargan de preparar una “picadita” que coronaría el momento. Luego de tomar algo caliente –sopa instantánea, té o café– descansamos unos instantes observando las tareas que realizan el asistente y el guía de montaña.
07:00 p.m.: Comienza a atardecer. El anaranjado crepúsculo nos augura que el día siguiente presentará condiciones similares a las de hoy. Nos alegramos al observar la inolvidable panorámica que se congela a perpetuidad ante nuestra mirada. La sombra del volcán nos permite observar su imponente silueta, que desde lo alto parece ser más grande aún.
08:30 p.m.: Luego de una pequeña charla que nos instruye sobre cómo utilizar el equipo técnico (grampones y piquetas), nos disponemos a cenar. La comida, como era de esperarse, es a base de carbohidratos: ravioles con salsa de hongos. Es importante una buena cena, porque energiza y “alimenta el espíritu de la aventura” –dice el guía.
09:15 p.m.: Dejamos las linternas a mano y nos acomodamos en las bolsas de dormir. Reina la calma. El silencio sólo es interrumpido por el viento que azota el techo del refugio de montaña. Todos nos dormimos, hasta el amanecer siguiente.